Observa sus ojos: no mires fijo, pero si a ratos, sostenle la mirada. Si baja la vista o revolea las pupilas, es posible que algo de lo que está diciendo no sea cierto.
Presta atención a su boca: que se humedezca o muerda los labios reiteradamente, o que trague saliva con esfuerzo, son indicios de que los nervios le están jugando una mala pasada.
Fíjate si sonríe nerviosamente al tiempo que intenta cambiar de tema, hace bromas, se traba en las frases o tartamudea: no son buenos signos, puede que esté queriendo ganar tiempo para inventar o no contradecirse.
Lee sus manos: que gesticule demasiado, se cubra la boca o peine el flequillo continuamente, son signos de que está en una posición incómoda. Tócale las palmas para ver si le transpiran.
Mira si se rasca la nariz: eso significa que piensa algo que no puede decir en voz alta
Atiende a sus sienes y mejillas: si notas sudor cerca del cuero cabelludo, o que se ruboriza al hablar, no te fíes de lo que te acaba de decir o está a punto de decirte.