La muerte de una mascota puede ser un acontecimiento profundamente doloroso para las personas que conviven con ella, menos que la muerte de un familiar directo, pero más que la de ciertos parientes.
En un estudio realizado en Gran Bretaña sobre el fallecimiento de una mascota se comprobó que más del 90% de los dueños experimentaron un trastorno en los hábitos de sueño o tuvieron dificultades con su alimentación, ambos síntomas de depresión clínica.
Más de la mitad se volvieron absortos y evitaron tener actividades sociales. Casi el 50% se encontró con dificultades relacionadas con el trabajo y perdieron entre uno y tres días laborales como resultado de la apatía o del bajo nivel de energía. Incluso, hay indicios de que las parejas casadas son más propensas a divorciarse después de la muerte de una mascota en casa.
La investigación sorprendió al mostrar que los individuos que pierden un gato pueden tener una pena más profunda y necesitan un seguimiento mayor que aquellos que pierden a un perro. Esto llevó a inferir a los investigadores a que las personas menos sociables prefieren la compañía de un gato, ya que a diferencia de los perros, estos son mucho más fáciles de criar en un espacio reducido y no es necesario sacarlos a pasear o buscarles pareja.
El impacto que genera la muerte de una mascota depende de cada persona y de su edad pero, en general, podría afirmarse que hay dos grupos especialmente vulnerables: los ancianos y los niños. Los niños pueden estar profundamente abatidos por esta muerte, aunque no se les note. Para los de corta edad, que desde su nacimiento han convivido con un perro o un gato y que suelen ser los que más interactúan con ellos, puede resultar especialmente difícil comprender esta pérdida. Los ancianos también pueden sufrir, sobre todo cuando su única compañía era la del animal.
Como ocurre con otras pérdidas, las personas que sufren la de un animal querido tienen que pasar por un proceso de duelo. Completar el ciclo, desde que se entierra a la mascota, visitar su tumba hasta terminar recordándolo con cariño por todos los años compartidos. También hay cementerios virtuales donde se pueden publicar fotos y leer comentarios de otras personas que han pasado por lo mismo. Conocer el testimonio de otros, y saber cómo han superado la pérdida, ayuda a salir adelante.
Reemplazar al animal fallecido con una nueva mascota puede ser una buena medida para recuperarse del golpe, aunque nunca de manera continua a su muerte. Adquirirla demasiado pronto podría ser contraproducente. Hay que asegurarse de que uno está en condiciones de hacerse cargo de un nuevo amigo y que éste será bien atendido.
Fuente. http://www.entremujeres.com/